31 diciembre 2012

EL APOYO DEL PASADO. LA BATALLA DE INGLATERRA.



Nunca tantos debieron tanto a tan pocos.


La casualidad hace que el último día del final del año coincida en lunes, día de publicación en mi blog. Hoy por ser un día especial seré breve. El día 31 de diciembre es el día de los propósitos. En general, todos solemos hacer propósitos para el año próximo bastante poco ambiciosos amén de vagos e inconcretos. Cosas como perderé peso, dejaré de fumar o me llevaré mejor con mi vecino son ejemplos de los votos que solemos hacer la gente corriente. Por mi parte, me reconozco en estos ejemplos y confieso que, la mayoría de las veces, el día 31 de diciembre me ha sorprendido desprevenido, de puro enfrascado en mi rutina laboral diaria, pleno de estrés y de ansiedad como premio de mis funciones directivas.

Por suerte para mí, este año es diferente. El día 31 de diciembre no me ha sorprendido. En realidad le he sorprendido yo a él. Y llevo una buena lista de propósitos para el nuevo año. He planificado a conciencia los propósitos que estableceré para mi persona en el año 2013 y no solo eso, sino que también son concretos y tienen un ambicioso calendario. Y todos ellos comparten unos ingredientes comunes: el optimismo, el valor y la confianza en mí mismo.

En mi deseo de ayudar y animar a todos a alzar la cabeza y a volver a confiar en nosotros mismos, a esperar el fruto de nuestro trabajo, a tomar las riendas de nuestras vidas, a no hundirnos ni dejarnos hundir por la crisis, el desánimo y la desesperanza y a mirar de frente el futuro. En un tiempo en el que parece que todos hemos perdido el rumbo, celebro haber tenido este último trimestre la oportunidad de gozar del tiempo y concentración necesarios para reencontrarme conmigo mismo y encontrar mis valores mas profundos. Por eso hoy, quiero compartir con ustedes un trocito de historia que nos habla de la resistencia, la esperanza, la lucha, la imaginación, la perseverancia y el valor.

En los ejemplos de nuestros mayores, en el testimonio de sus vidas y sufrimientos, miedos y miserias que tuvieron que afrontar, tenemos un arsenal de recursos que deberíamos desear como el marino tierra firme. Quiero dejarles hoy aquí el testimonio del pueblo británico y su comportamiento durante la que fue llamada Batalla de Inglaterra. Una batalla que comenzó en julio de 1940 y que se extendió durante casi toda la guerra. Un tiempo en que los británicos sufrieron calamidades, hambre, insomnio, miedo y destrucción día tras día y noche tras noche.

Alemania se había propuesto invadir Gran Bretaña, pero ello era inviable sin neutralizar el dominio naval inglés en las aguas del Canal de la Mancha. En palabras del Gran Almirante alemán Erich Raeder:
Con sincero empeño buscamos procedimientos y soluciones al problema; pero mientras la Flota británica se hallase en condiciones de terciar en la contienda con todo su poder, parecía tan atrevido lanzarse al intento, que lo tuve por temerario y de ningún modo aconsejable.

El III Reich encomendó la neutralización de la Royal Navy a la poderosa aviación alemana, la Luftwaffe, que acababa de cosechar tan espectaculares éxitos en las operaciones de Francia y Noruega. Pero el paso previo para acabar con la Flota británica desde el aire era conseguir la supremacía aérea en el Canal y para ello tenían que borrar de los cielos a la Royal Air Force (RAF). Las premisas del OKW (alto mando del ejercito alemán) sobre las que se basaba la operación Unternehmen Seelöwe (León Marino) eran las siguientes:

-         Dominio absoluto del aire por medio del aniquilamiento de la aviación británica.
-         Inmovilización de la Flota inglesa a la que la Luftwaffe mantendría alejada de la zona de operaciones.
-        Obtención de los medios de desembarco -lanchones y barcazas- y concentración de estos en los puertos de Ostende, Calais y Boulogne.
-         Rastreo de las minas en una ancha faja del Canal
-        Mantenimiento por tiempo indefinido de la situación descrita para garantizar el aprovechamiento de la fuerza desembarcada.


Supermarine Spitfire

La RAF, en completa inferioridad de efectivos, lucharía a la defensiva con sus anticuados Fulmars y Gladiators, junto con los más modernos Hurricanes y el caza que se ganaría su lugar en la historia de Gran Bretaña y del mundo, el Spitfire. Sus bravos pilotos constituyen para mi el paradigma del sacrificio por los demás y la lucha por la libertad. Nunca occidente les agradecerá lo suficiente haber subido cada día a sus cabinas a toda velocidad y volar hacia las nubes a bailar con la muerte. Ellos se hicieron dignos del valioso sacrificio que sus compatriotas civiles hicieron diariamente allá en el suelo.

Pilotos de la RAF siempre en alerta


Ningún testimonio mejor de estos días que el que nos dejó W. Churchill en sus Memorias. Nada mejor para relativizar nuestra situación de crisis actual y para ensanchar el pecho con el ejemplo de aquellos a los que les tocó vivir algo realmente serio.



En aquella época, los ingleses  y particularmente los londinenses, se portaron tan  bien como no se portarán jamás.  Hoscos y alegres, leales y voluntariosos, sintiendo hasta la médula la confianza de un pueblo que no había sido nunca vencido, se adaptaron a la extraña y nueva vida que se les deparaba, aceptando todos sus terrores y sobresaltos. Una noche, mientras yo partía para un viaje a la costa oriental, empezaron a sonar las sirenas. Las calles comenzaron a quedar desiertas, pero aun había colas de gente pálida y cansada que aguardaba la llegada de los últimos autobuses. Me preguntaba ¿Cuánto tiempo cabria soportar aquello? ¿Hasta dónde se extendía la vitalidad de nuestro pueblo?


Bajo la presión de los bombardeos, albergues y refugios se multiplicaban de continuo. Tres cosas me preocupaban mas que ninguna otra. La primera, el problema de los servicios de saneamiento. A primeros de octubre, las principales desembocaduras de las alcantarillas fueron destruidas por los bombardeos y fue necesario hacer desembocar los detritus de todas nuestras cloacas en el Támesis, el cual olía desagradablemente, tanto a alcantarilla como a los productos químicos que a él, para desinfectarlo, lanzábamos.

En segundo lugar, temía que las largas noches que millones de personas pasaban hacinadas en los refugios callejeros produjeran epidemias. Pero lo cierto es que durante aquel durísimo invierno la salud de los londinenses se mantuvo a un nivel superior al normal. El tercer temor era que llegáramos a sufrir una gran carencia de cristales, como producto de las continuas explosiones.


Refugio casero Anderson

En todas las ciudades, villas y distritos se formaban compañías especiales de voluntarios. Ordinariamente los voluntarios de recogida de bombas eran flacos, demacrados, con el rostro lívido, los ojos relampagueantes y los labios excepcionalmente apretados. Su labor consistía en la búsqueda de las mortíferas bombas de acción retardada que los alemanes lazaron sobre nosotros a partir de mediados de septiembre del 40.
Muy rápidamente, aunque no sin el lamentable sacrificio de los mas bravos de entre nosotros, las escuadras de recogida de bombas inexploradas dominaron aquel peligro.
…A excepción del metro, apenas disponíamos de refugios seguros. Puede decirse que la mayoría de la población londinense dormía en sus casas o en los refugios Anderson, bajo el fuego enemigo, afrontando los correspondientes riesgos, tras la dura jornada de trabajo, con una flema típicamente británica.

El Refugio Anderson se hacía con planchas de metal y tierra del jardin

A menudo quedaban, en una sola noche, quince o veinte mil personas sin hogar. Nada, salvo las tareas de los ciudadanos que hacían guardia de incendios en los tejados, impedía que surgiesen fuegos inextinguibles. Los hospitales, ya llenos de hombres  y mujeres mutilados, recibían de lleno las bombas del enemigo. Las comunicaciones por ferrocarril y carretera quedaban a cada momento interrumpidas. Pero a pesar de todo ello, la vida laboriosa de la City tenia que continuar desarrollándose.

Yo celebré que, puesto que alguna de nuestras ciudades había de ser atacada, el peso de la arremetida cayera sobre Londres. Londres era como un enorme animal prehistórico, capaz de soportar castigos terribles y de sangrar por muchas heridas sin por ello perder su vida, ni sus movimientos.



Un Spitfire luchando con un Messerschmitt Bf 109
Los bombardeos sobre Londres continuaron hasta casi el final de la guerra. No obstante, ante la certeza de la indoblegable determinación del pueblo británico y a la vista de las espeluznantes cifras de bajas alemanas, los nazis suspendieron indefinidamente los planes de invasión de Inglaterra el 12 de octubre de 1940.

Nunca se rindan.

Buena semana y Feliz Año 2013 a todos.


  
Never was so much owed by so many to so few
Nunca tantos debieron tanto a tan pocos.
Winston Churchill sobre los pilotos de la RAF

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