16 octubre 2020

AFRAID OF TIME

Nadie sabe muy bien qué es el Tiempo. Ni siquiera la física (todavía) es capaz de dar una definición única (y menos sencilla) de lo que es el Tiempo. De él hablan científicos, filósofos, religiosos y dirigentes de empresas y gobiernos. Del Tiempo decimos que es algo relativo, que es un regalo, que se nos hace largo o corto, que admite o no viajar a través de él, e incluso muchos sostienen que es la única riqueza que de verdad merece la pena, ya que no puede comprarse con dinero.

Cada uno de los seres vivientes tiene su Tiempo y hasta podemos medir el Tiempo que tiene el Universo desde su nacimiento, que fue a su vez el origen de todo Tiempo capaz de ser medido.

Algunos opinan que con cada nacimiento comienza la cuenta atrás del Tiempo asignado al recién nacido, en una suerte de tic-tac fatalista, tan del gusto de la visión antropológica de mi tocayo:

Lo que llamáis morir es acabar de morir y lo que llamáis nacer es empezar a morir y lo que llamáis vivir es morir viviendo, y los huesos es lo que de vosotros deja la muerte y lo que le sobra a la sepultura.

Cuente hacia adelante o hacia atrás, lo midamos en segundos o en eones, el Tiempo es lo único que no se detiene, inexorable, paciente, como si tuviera consciencia de su victoria final.

Aunque solamos preocuparnos por el Tiempo, no es propio de nosotros reflexionar sobre él. Vamos corriendo a todas partes, vivimos acelerados, tratando de hacer rápido las cosas, de ahorrar Tiempo para rellenarlo de otras cosas en las que seguir ocupando todo nuestro Tiempo.

Son pocos los que deciden vivir lentamente y disfrutar un poco más de su vida, conscientes de Mateo 6:27:

¿Y quién de vosotros, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida?