04 marzo 2013

APRENDER A SEPARAR



El nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad. 


Se celebró el pasado jueves en mi tierra el Día de Andalucía. Está muy bien que cada comunidad autónoma fije un día del año en el que conmemorar su particularidad especial en el orden histórico y cultural. Aunque en mis viajes por España con motivos de trabajo me han hecho no pocos chistes acerca de que los andaluces hemos logrado acortar aún más el mes más corto del año con nuestra fiesta del 28 de febrero, nunca me he sentido ofendido por los tópicos regionales españoles, que a nosotros siempre nos pintan de haraganes, antes bien ha sido para mí motivo de risas y buenos ratos.
Anécdotas a parte, les confieso que siempre he mirado de reojo este tipo de fiestas regionalistas destinadas a ensalzar porciones territoriales. Pero este año me ha preocupado comprobar cómo desde el sistema educativo oficial se transmite un saturado nacionalismo a las pequeñas mentes de nuestros hijos.
Mi hijo comenzó la semana escolar con deberes, charlas y actividades acerca de Andalucía y personajes andaluces. Parecía que era algún tipo de semana cultural. El martes llegó con una nota dirigida a sus padres. Aquí la reproduzco con fidelidad.
Nota a los padres:
Mañana celebraremos el Día de Andalucía en el Centro. Los alumnos disfrutarán de un Desayuno Andaluz con la colaboración del AMPA, Juegos Populares Andaluces que practicarán en el patio, cantar el Himno de Andalucía, la creación de la bandera de Andalucía con cartulinas verdes y blancas, así como una suelta de globos.
Los padres que quieran asistir, podrán hacerlo a partir de las 12:30 horas.
Si algún padre o madre quiere participar como voluntario, podrá hacerlo personándose en el centro a partir de las 09:30 horas.
Deseándoles un Feliz día 28 de Febrero, reciban un cordial saludo.
LA DIRECCION.
Sin desperdicio la nota eh. Les aclaro que el desayuno andaluz fue pan con aceite y zumo de naranja, no sabia que esto fuera un desayuno andaluz, en fin. No le pregunté mas a mi hijo, solo me importaba qué diablos le habían dado a comer.
Por otra parte el nene traía como deberes para casa escribir una redacción sobre el tema ¿Qué significa para mí ser andaluz? Dios mío, me dije. Aquí ya huele a chamusquina. Y si esto sucede en Andalucía, una región sin especial pretensión diferenciadora y gobernada por un partido político de ámbito nacional, me pregunto con desolación qué estará ocurriendo en otras regiones que viven en la órbita de los nacionalismos. ¿Qué clase de droga en vía venosa les inocularán a su infancia, con o sin el beneplácito de los padres? ¿Cuánto tiempo se lleva dosificando esta medicina, quince, veinte años? A mí me parece sin la menor duda que esto es convertir la escuela pública en la cantera del nacionalismo mas peligroso. Las cosas que se aprenden de niño quedan grabadas a fuego. Sin duda que de aquellos barros estos lodos.
Pero yo no me quedo en la crítica. Quizá la solución no sea solo ser prudente con este tipo de enseñanzas. Como suelo mojarme, propongo además que el sistema educativo público enseñe en cada región lo propio de las demás. ¿Se imaginan que el día de cada comunidad autónoma fuera celebrado no solo en los colegios propios sino en los de las otras comunidades? ¿Se imaginan la conciencia de unidad, diversidad e igualdad que algo así inculcaría en nuestros hijos? Pero claro, para llevar a cabo esto, nuestros políticos tendrían que volver a nacer. Hace falta mucha grandeza, humildad y empatía. Hace falta pensar como Abraham Lincoln (que parece estar de moda) y ordenar tocar Dixie el día de la rendición de la Confederación. Si por mí fuera, en Andalucía se comenzaría con este sistema de celebraciones autonómicas que sería la mejor manera de enseñar a nuestros hijos que hay mundo mas allá de Despeñaperros.
No es cosa de reproducir aquí la redacción que llevó mi hijo finalmente. Pero les aseguro que, quitando el sarcasmo, compartía espíritu con la redacción que les dejo a continuación.
Querida seño, no se por qué me hace usted escribir una redacción sobre una pregunta tan maliciosa. Tan solo soy un niño de 9 años y ya comienzo a ser víctima del sistema de adoctrinamiento oficial del régimen. Se que usted no fabricó esa pregunta, que son instrucciones que le vienen impuestas desde arriba. Se queja usted de que no hay días lectivos para dar tanto temario y encima se ve obligada a hacer un paréntesis en el calendario de clases y dedica dos, tres días, los que hagan falta, a la celebración del Día de Andalucía, con un despliegue de medios que a los niños nos resulta muy divertido porque las mañanas son más entretenidas. Se que la grandísima bandera de Andalucía que ha puesto usted en la clase se la han regalado sus jefes para que nos la aprendamos bien. A mí me gusta que me pinten la cara de verde y blanco porque parece un tatuaje. Todo sería muy simpático si no fuera por lo artificial del asunto y por las razones que les mueven a ustedes a hacernos ameno este día y sus vísperas. La verdad es que el día de la Fiesta Nacional del 12 de octubre no hicieron ustedes ni la cuarta parte de fiestas y jaleo. Y si le nombro el Día de Europa estoy seguro de que ni siquiera usted sabe que es el 9 de mayo, porque ese día pasa en nuestro cole sin pena ni gloria y ningún niño conoce los símbolos de la Unión Europea.
Pero ya que estoy obligado a escribir esta redacción le responderé a su pregunta sobre “Qué significa para mí ser andaluz”. Pues mi respuesta es: No significa nada especial. Sé que estará usted sorprendida, escandalizada quizá. Que mi respuesta será tema del claustro de profesores y que a lo mejor la remite usted a la Consejería de Educación para que tomen medidas. O quizá la esconda avergonzada en el cajón de su mesa, no vaya usted a ser reprendida por la autoridad competente, que la cosa está como para emborronar el expediente, con el frío que hace en la calle.
Pero déjeme explicarme que la redacción no ha hecho más que empezar. La respuesta le parecerá borde, lo sé. Pero más borde es la pregunta, así que estamos en paz. Aunque solo soy un niño, soy capaz de darme cuenta de que esta es de esas preguntas que espera una respuesta concreta. Esperan ustedes la respuesta alineada con la pregunta, respuestas del tipo: me siento orgulloso, me siento feliz, me siento especial,... porque lo que ustedes esperan de todo ello es cincelar mi conciencia identitaria (se dice así ¿no?) y como guinda hacerme sentir que soy diferente y desde luego mejor. Mejor que otros por supuesto, pues el adverbio es de comparación. Lamento que conmigo se lleven un chasco, pero se lo merecen ustedes, por manipuladores de niños.
El problema en Andalucía es nada comparado
con otros sistemas educativos
Yo no me siento especial por ser andaluz. Esto no significa que sea un apátrida o que no me identifique con mi región. Desde luego que sí. La amo y si puedo trabajaré por ella, por su desarrollo y prosperidad. Me duelen los problemas crónicos que la aquejan y me apena ver su desempleo y su crisis. No acuso de sus problemas a otras regiones sino a injusticias económicas y razones que van mas allá de mi mente de niño. Me siento orgulloso de esta tierra tan antigua como la civilización, tan sembrada de Historia y que por un tiempo fue la puerta de un Nuevo Mundo. Respeto y venero sus símbolos, como respeto y venero los símbolos de España y también los de cualquiera de sus regiones. Pero yo no me creo ni diferente ni especial ni mejor que otros por amar la tierra donde vivo, porque también soy capaz de amar otras, porque mi amor no entiende de rayitas en el mapa político. Porque mis amigos nacieron cada uno en una parte y los quiero a todos ellos. Porque muchos vienen de tierras lejanas. Porque ni siquiera son andaluces, ni españoles. Ni sus papis tampoco. Déjense ustedes de hacerme creer diferente. Guarden sus preguntas para otros. Más bien deberían conformar mi conciencia como miembro de la Humanidad y no enseñarme tanto sobre banderas e himnos, que ya tendré tiempo de aprender esas cosas cuando crezca un poco. No acoten ustedes mi universo ni recorten mi horizonte porque mi educación no terminará en Sierra Morena. Mi papi se encargará de comprarme mapas mundi y tengo un globo terráqueo que se enciende de noche en mi habitación. En él descubro mundos lejanos que algún día visitaré, con o sin dinero, a pie o en tren, viajaré y conoceré otros lugares, iguales o mejores. Porque conoceré gentes de otras regiones de otros países, de otras culturas. Y me enamoraré de todas y cada una de ellas porque decidiré verlas con ojos abiertos, curiosos y positivos.
Así que cásqueme usted un cero en esta redacción, por incorrecta y rebelde. Le mando un besito seño.
Que tengan buena semana.




El nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad. 
                        Albert Einstein (1879-1955) Físico, pensador y ensayista


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