29 octubre 2012

LOS MITOS DEL NACIONALISMO I. GENERALIDADES.


Las malas inteligencias entre Cataluña y el resto de España nacen, entre otras causas, de una muy importante, que es la ignorancia.


Es un hecho que en España, el sentimiento nacionalista forma parte de la actualidad política y mediática. Nadie debería escandalizarse por este estado de cosas pues siempre algún tipo de nacionalismo ha venido existiendo en el mapa político nacional desde principios del sistema parlamentario moderno, allá por comienzos del siglo XX. Aunque el término nacionalismo puede aplicarse también a un país entero, por ejemplo nacionalismo español o británico, me ocuparé aquí de la mas común, o mejor dicho, mas actual acepción del término, entendido como corriente ideológica y política aplicable a una parte de España. Ninguna región o comunidad autónoma ha estado totalmente exenta de esta corriente de pensamiento, aunque como es bien sabido son dos los mas famosos e intensos históricamente, el nacionalismo catalán y el vasco.

Amo a Cataluña y a Euskadi. Nótese que he empleado el verbo amar. Porque es el apropiado para referirse a dos tierras, dos pueblos tan dignos de ello. Amo su gastronomía, sus montañas, sus mares, sus gentes, sus fiestas, sus lenguas (que intento balbucear siempre que puedo…). Digo esto para que sirva como lente para la lectura de las palabras que seguirán, cuyo sentido ha de entenderse en necesaria coexistencia con estos sentimientos.

Pero no me gustan los nacionalismos. Ninguno. Reúnen demasiados factores tendentes a alejar a los seres humanos, demasiados intereses, demasiadas contradicciones, demasiada amnesia, demasiados miedos, demasiados complejos y demasiada manipulación de las masas.

Aunque no todo en los nacionalismos fue siempre negativo. En sus orígenes los nacionalismos, especialmente el catalán, incluían un grito a favor de las libertades y la democracia que sirvió de ejemplo y locomotora a grandes y radicales cambios que tuvieron lugar en el panorama político español desde la década de 1920. Tras el paréntesis antidemocrático de 1939-1975, los nacionalismos jugaron también un papel importante en la fundación de nuestra actual democracia constitucional y sistema autonómico.

Con todo y por desgracia puedo decir con claridad que en nuestros tiempos los nacionalismos tienen muchas mas cosas malas que buenas. Y es que en un panorama de libertades, autonomías y garantías como es el actual, las opciones nacionalistas tienen sólo un hábitat perdurable en la radicalidad. Hoy ya no caben los nacionalismos moderados (también llamados regionalismos) y los que permanecen han perdido su espacio político, como el andaluz. Si la empresa del nacionalismo no diferencia el producto que vende, se va a pique. Y para seguir vendiendo, el nacionalismo ha tenido que radicalizarse, irse al extremo. Y los extremos engendran extremos. Automáticamente.

Me atrevo a enumerar una serie de características peligrosas de todo nacionalismo que comparten la misma negatividad intrínseca:

ü      Autocontemplación: el nacionalismo vive de la negatividad, de la negación del otro por la reafirmación de uno mismo. El nacionalista se contempla a sí mismo, como dicen los teólogos que hacía Dios antes de la creación. Fuera de ellos existe solo lo negativo. El nacionalista viaja poco y venera su cultura, su idioma e incluso su raza (imaginaria las mas de las veces) por encima de la de los demás.
ü      Complejos y miedos. El nacionalismo explota el victimismo y la comparación negativa con aquel otro del que quiere diferenciarse. Los líderes del nacionalismo adoctrinan a sus oyentes sobre agravios históricos, desigualdades impuestas, injusticias de trato, ataques externos o amenazas imaginarias contra los naturales de la nación. Cualquier carencia o problema que viva la sociedad nacionalista es achacado al agente externo. Siempre hay un dedo acusador dispuesto a señalar hacia fuera cuando el pueblo se agita. La difusión de amenazas externas imaginarias, la alimentación del miedo a sufrir agresiones de un enemigo ficticio, es un recurso corriente pues saben bien que cuando el Homo sapiens tiene miedo nunca piensa con claridad.
ü      Exclusión. Como consecuencia de lo anterior se genera el ánimo de excluir al forastero y excluirse ellos de todo lo proveniente de fuera. Así el inmigrante suele quedar proscrito frecuentemente en entornos nacionalistas. Igualmente el aislacionismo se instala en la sociedad, dando lugar a generaciones de ciudadanos tan bien adoctrinados como provincianos (recordemos a España en los años 40).
ü      Sin límites. Es un factor de lo más peligroso. Sus ambiciones siempre tienen un Plus Ultra y, alcanzadas unas metas, se fijan unas nuevas, pues en su razón de ser está el inconformismo. El nacionalismo se alimenta del movimiento pues la estabilidad de su nación conllevaría la automática desaparición de la opción política. En esta huida hacia delante los nacionalismos llevan en su interior el germen del expansionismo como ocurrió en la Europa de los años 30 o como ocurre ahora en España, donde todos sabemos que los denominados territorios históricos reclamados por los nacionalismos vasco y catalán abarcan más del doble de sus respectivas comunidades autónomas.
ü     Contradicción. El nacionalismo está lleno de contradicciones internas. Las tesis nacionalistas que reclaman secesiones de las partes de un todo niegan con vehemencia que otra parte de su región con pretendida identidad propia se les segregase a ellos. O que siquiera opinase en contra de la secesión. Los dobles juegos o el soy/no soy, soy para esto/ no para estotro, del nacionalismo es moneda corriente en muchos que dicen pertenecer al movimiento mientras obran y operan de modo diferente en sus vidas profesionales o privadas.


Para el mantenimiento de un edificio ideológico como el nacionalista hace falta una buena maquinaria dispensadora de mitos. Tanta tontería hay que distribuirla con delicadeza y dosificarla de modo cuidadoso para que los usuarios la ingieran y procesen del modo más efectivo. Una abundante guarnición de demagogia y una pizca de disparate mediático de vez en cuando hacen el resto.

Pero atención. No nos olvidaremos de los generadores de nacionalismos que viven en Madrid. En la capital del reino se cuecen y sirven no pocas conductas incompetentes, necias posturas y ridículas declaraciones que realimentan el nacionalismo para engrandecimiento del odio, el resentimiento y la distancia. Su culpa es mayor, por ser mayor su responsabilidad y su supuesta amplitud de miras.

En los artículos que siguen nos aproximaremos pues a esta colección de mitos fabricados, reconvertidos o utilizados por el nacionalismo, con la única pretensión de invitar a la reflexión y animar a la profundización personal con las referencias que se facilitarán.




Las malas inteligencias entre Cataluña y el resto de España nacen, entre otras causas, de una muy importante, que es la ignorancia. (D. Manuel Azaña Díaz)


1 comentario:

  1. "La lectura de pensamientos y reflexiones como los que tan acertadamente expones en tu artículo es, en mi modesta opinión, un ejercicio imprescindible para mantener una verdadera higiene mental, como individuo y como ciudadano que aspira a convivir en sociedad" 
     

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