25 noviembre 2016

PERCIBO AZUL



 Buenas tardes a todos y gracias por vuestra asistencia. 

Tengo el encargo de presentar hoy a mi amigo Fernando. Prometo no aburrirles con esta pequeña charla, no por divertida y amena, sino por breve. Unos 10-15 minutos dijo Fernando. Así que mi cerebro descartó aquello de 15 y solo recordó que me dijera “habla 10 minutos”. Como estamos entre amigos, os ruego que me interrumpáis si digo cualquier impropiedad, o bien que echéis una cabezadita, u os levantéis para pediros algo. Todo será poco alivio para ustedes, si mi discurso sale como temo. 

Yo ya sabía que Fernando era un tipo raro. Rarito, como yo. Pero que pidiera que alguien como yo se encargara de algo tan importante para él, comenzó a preocuparme, sinceramente. 

“Vengo a meterte en un lio”, fueron sus palabras, hace poco más de una semana. No te lo he dicho antes para no ponerte más nervioso, pero pensé “menudo lío”. Por suerte, me decía yo, algunos de los que estén allí ya le conocerán de sobra. Así trataba yo de aliviarme del peso de la responsabilidad que suponía, pasar a formar parte de la vida de un amigo, en un día tan señalado como la presentación de Percibo Azul. Porque esto que estoy haciendo, es casi como bautizarle un niño.

Y yo que, aunque como conferenciante y docente, tengo alguna experiencia en esto de hablar en público, les tengo que confesar que nunca he presentado nada. Ni a nadie. No es el género de la presentación literaria algo que lleve en mi mochila. Así que esto de hoy, es algo así como pedirle a un poeta que escriba una comedia o como pedirle a un pianista que te toque las maracas. Pero uno que, como Fernando, tiene alguna que otra virtud, por poco que se le note, dije aquello de “cuánto honor amigo mío”. 

Pero no solo cuento entre mis virtudes la de disimular con arte. Entre ellas está la de hacer cada cosa con el mayor de los cariños, como si fuera lo último que me tocara hacer en la vida. Siempre me he dicho que hay dos únicas formas de hacer algo: bien o mal. Y me apliqué a hacerlo bien. “Confía en ti”, me dije, al cabo, quién mejor que un amigo, para concederte indulgencia tras tus errores. 

Les advierto que no pienso desvelarles nada sobre el libro que hoy se presenta. Salvo prevenirles de que, para mi gusto, estamos ante la mejor obra escrita hasta el momento por nuestro veterano autor. Digo veterano no tanto por viejo como por experto. Y digo que es solo la mejor obra que hasta el momento tiene escrita Fernando, porque él sabe que yo opino, que su obra maestra todavía está por llegar. No se si será azul o roja, pero su obra maestra, créanme aún no ha visto la luz de este mundo.

Permítanme no obstante, antes de comenzar a hablarles de Percibo Azul, que les cuente cómo conocí a Fernando Lumbreras. Permítanme remontarme al viejo mundo. Me refiero al mundo anterior a la gran crisis, donde todos éramos diferentes. Todos éramos más ricos. Y menos felices. 

Sería el año 2009 cuando tuve que conocer a Fernando. Y digo tuve, porque a verle fui forzado, como el que afronta un mal trago. Era yo un importante directivo de una importante empresa inmobiliaria. Y Fernando un importante gestor en una importante caja de ahorros. Todos éramos importantes en el viejo mundo. Importantes y ricos. Ricos e infelices. Cuando mi empresa comenzó a incumplir sus obligaciones con el banco, fuimos llamados a capítulo. Tuve por tanto que visitar a un tal Fernando Lumbreras, para darle explicaciones de aquella morosidad impresentable. Pero lejos de encontrarme al típico orco del recobro, conocí a un hombre de lo más razonable, que desempeñaba su trabajo con total honestidad, cortesía y comedimiento. La crisis estaba en sus inicios y todavía nos quedaban muchos palos por recibir. A él y a mí. 

Aunque Fernando daba facilidades de pago, ni que decir tiene que mi empresa, lejos de cumplir con aquellas deudas con Caja Madrid, sumó a la cuenta otras muchas, multiplicando los ceros hasta cifras astronómicas e insuperables. Corriendo el tiempo mi empresa cerró, igual que la suya. A mí me despidieron, igual que a él. Y los dos al cabo acabamos en el paro. El uno que no pagó, el otro no cobró, sin más riqueza cada uno, que la que no se veía con los ojos. Descubrimos entonces que la felicidad no estaba en la cuenta corriente y que la vida tenía muchos más colores que el de la imagen corporativa de esa empresa en la que un día recalamos y en la que pensábamos jubilarnos. La vida nos hizo inmensamente ricos en tiempo libre, que los dos utilizamos para dedicarnos a aquello que más nos gustaba. Y así fue, con aquella amistad de comienzo accidentado, como este que les habla, se aproxima a la vida y obra de Fernando Lumbreras, un escritor que nunca se hará rico, porque como decía Napoleón, “el modo más seguro de permanecer pobre es ser honrado”. 

Repito. Fernando es un tío raro. Como yo. Hoy en día, llegar a ser raro te hace atractivo. Él tiene una gran ventaja frente a mí, porque ve colores. Él es azul de muchos tonos y para mí, el azul no es más que azul. Es un hombre sencillo, que puede resultar a veces misterioso. A veces, cuando estudiábamos juntos las formas de ganarnos la vida, yo le he regañado. Por inocente y confiado. Fernando ten cuidado… Fernando que no me fío… Fernando no te metas…Que perderás el tiempo… Porque Fernando, en el fondo, es más honesto que yo. Prefiere que le traicionen a dejar de confiar en el mundo. Prefiere que le hieran a ir por la vida con el corazón rodeado de espinos.

Es quizá esta forma de ser la que adivino en el protagonista de esta obra, que no se si llamar novela, drama, libro de poemas o guion de cine. Porque Fernando, en el ciento y pocas páginas que tiene este libro azul que nos trae aquí, ha sido capaz de meter el mundo entero. No piensen que les voy a contar el libro, ni siquiera detallarles de qué va. Dejo la sorpresa para ustedes, ese camino lo andarán solitos. 

Cuando lo leí por primera vez, era solo un borrador. Ahora lo he vuelto a leer, ya en versión definitiva. Y la impresión, la grata impresión, fue parecida. Al leerlo, se imagina uno en patio de butacas. Con cada capítulo percibe uno la bajada del telón, el cambió de escenario a veces, el juego de luces y efectos que nos trasladan de una escena a otra. Fernando eres dramaturgo ahora o qué. Pero no solo eso, es que además ha escrito un drama moderno, de los que ahora dan fuerte en las salas de teatro de Madrid y Barcelona. No se extrañen ustedes que la vean representada aquí en Sevilla dentro de poco.  Solo le faltaría, imprimir de primera página la consabida presentación adelantada para pasar por obra de teatro ante los mejores entendidos.

En cuanto al formato, Percibo Azul es pequeño pero matón. Se deja estirar durante días. Pueden ustedes leerlo poco a poco. Abrirlo y cerrarlo al poco de pasar dos páginas. El libro les va a dejar hacer su vida. No les va a esclavizar. Se conformará con que le cojan a ratos. A ratitos. Me gustaba leer capítulos y luego dejarlo. El libro te cala así un poco más y cuando le coges, descubres que ha pasado un día, igual que el tiempo que media entre un capítulo y otro. 

Cuando leía, tenía la permanente sensación de estar leyendo un texto autobiográfico. Porque Salvador, el protagonista en cuyo salón van ustedes a sentarse, es cautivo del azul, como mantra, como guía. El mismo color que inspira la vida y obra de nuestro autor.

Pero además tuve la sensación de que estaba leyendo una crónica social. Y además una reseña histórica y antropológica de la España de finales del siglo XX. Una íntima nota de prensa de la clase media extremeña y española, tan sufridora y tan paciente como siempre. 

En D. Salvador, descubrirán ustedes un prisma de caracteres, un crisol de colores que Fernando ha pintado como el artista que es, paleta en mano, para crear algo nuevo, que lleve su sello para siempre. En Salvador yo veo la melancolía de Fernando Pessoa, porque Percibo Azul lleva un poco de crónica del desasosiego. 

Descubro a Mark Twain, que escribía en su cama y salía poco de casa. D. Salvador vive solo y tiene la cama en el salón, para acostarse cuando le apetece. Mark Twain se compró una cama muy decorada en el viaje de novios, que le llevó a su mujer y a él por Europa. A Twain le gustaba tanto su cama, que dormían al revés para poder admirar el cabecero de madera de caoba labrada. En aquella cama, recibía Twain a las visitas y desde luego, acostado en ella escribió sus obras más celebradas universalmente. Twain nunca se hizo rico, amigo Fernando, el genio es así.

En Percibo Azul, descubro también a Marco Aurelio, emperador de los romanos, conocido como el emperador filósofo. En el siglo II, Marco Aurelio culminaba la edad de oro de los mejores emperadores de Roma, que comenzó con Trajano. En su tienda, durante las campañas contra los cuados y los marcomanos, en lo que hoy conoceríamos como Hungría y Bohemia, escribía sus pensamientos, que pretendía que fueran su guía de mejora personal, notas sueltas y breves, que quedaban después guardadas en cualquier cartera o cajón. A su muerte, sus manuscritos quedaron olvidados, hasta que en el siglo XVI alguien las encontró en Roma y fueron publicadas bajo el nombre de Meditaciones. Les recomiendo que lo lean, es un librito que pueden encontrar en librerías por muy poquito dinero. Léanlo después de Percibo Azul para, como dicen hoy, un completo disfrute de la experiencia.  

En Percibo Azul descubro también las más novedosas tendencias de la psicología y el autoanálisis. Hay Mindfulness en la frase de “Hoy soy plenamente consciente”, conciencia plena de Salvador, atención plena al presente, evitando los fantasmas, el estrés tóxico y las obsesiones destructivas que nos hacen olvidar el presente y por tanto la vida, la nuestra y la de los demás, viviendo enfermizamente en un pasado que ya no existe. Dicen los neuropsicólogos expertos en esto del Mindfulness, que el ser humano es el único animal capaz de pasar su existencia sin vivir, viviendo en el pasado o en el futuro, pero sin ser conscientes del presente que están viviendo. 

Y termino ya, porque nadie se ha levantado todavía y no es cuestión de seguir tentando a la suerte. 

Dice Fernando en Percibo Azul: “El amor es la razón de la sinrazón”. Sí, van a encontrar ustedes amor, y no poco, en Percibo Azul. El amor, el desamor, la rutina, la vida, la muerte, lo cotidiano y lo extraordinario. Tantas cosas en la vida corriente de un hombre sin nada de particular, nacido en una ciudad cualquiera en una época ni más ni menos convulsa que otras.

Les dejo ya, ahora sí, con una frase que encontrarán escondida en este pequeño contenedor azul lleno de tesoros, que es este modesto librito que hoy se llevarán a casa: 

“Hay quien piensa que la felicidad es un estado que se logra después de mucho buscarlo y hay quien piensa que son ratitos nada más”.

Muchas gracias.

De la presentación del libro Percibo Azul, de Fernando Lumbreras. Pub Meliés, Sevilla. 24 de noviembre de 2016. 

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