El nacionalismo es el hambre de poder
saciada por el engaño a uno mismo
Si
ello no constituyera un episodio digno de los Monty Python, la
desinformación y el gazpacho mental habrían de inscribirse como Bienes de
Interés Cultural (BIC) en España. Tal es el grado de confusión de léxico,
mezclas de conceptos, tergiversación de hechos, barbaridades históricas,
retorcimiento de símbolos, verdades a medias y manipulación ideológica que unos
sirven y otros consumen y que acaban mareando a cualquier observador que se
esfuerce por mantenerse ecuánime.
Diariamente
contemplamos declaraciones políticas y comportamientos sociales que reúnen en
un mismo hecho la incoherencia palmaria,
el absurdo de dar importancia a lo accesorio, junto con la masiva aceptación de
lo erróneo. En el plano político, llama mi atención el fenómeno, típicamente
español, de apropiación/cesión de simbología y espacios ideológicos: cómo unos
ceden a otros, que se lo apropian indebidamente, cualquier signo o idea que
no ostenta intrínsecamente ningún color político o partidista.
Los
efectos en nosotros no son nada desdeñables. Inconscientemente, los españoles
vivimos en un permanente estado de nervios por designio de los medios de
comunicación. Diariamente, portadas de telediarios y titulares de periódicos
nos muestran las niñerías nacionalistas del día, las calamidades del ministro
de moda o las declaraciones de tal o cual entrenador de futbol. La perversión
del derecho a informar y de la libertad de prensa nos convierte en víctimas de
la sacrosanta libertad para ser mentidos y de la libertad para ser manipulados.
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Marco Aurelio Antonino Augusto (121-180) Autor de Meditaciones |
No
estoy seguro de si escribo este artículo para los lectores o para mí mismo.
Quizá un poco de todo. El caso es que me encuentro ante la desasosegante
necesidad de escribir por las cosas que veo y vivo a mi alrededor. Recurro como
siempre a los orígenes y a la Historia para encontrar el fundamento que permita
interpretar la realidad actual. Vayan ahí por tanto una serie de levedades
históricas, un frito variado de Meditaciones aurelianas, para aumento de nuestros recursos a la hora de observar
la realidad.
EL MITO DE LOS SIMBOLOS
Soy
consciente de las alergias que produce la bandera de España a algunas personas.
Esto despertó mi curiosidad acerca de las causas últimas que provocan este
rechazo, tan, otra vez, típicamente español. Lo primero que concluyo es que a
estas personas, jóvenes o no tan jóvenes, nadie debería juzgarles con severidad,
antes bien deberíamos entender los porqués de esta irónica situación, en tanto
que los símbolos compartidos deberían, en teoría, hallarse exentos de
connotaciones políticas o ideológicas. Sin embargo no es así para muchos. Dado que
concluí que, una vez más, se manifestaba el fenómeno del desconocimiento
histórico unido al fenómeno apropiación/cesión, pienso que la mejor cura, como
siempre, es el repaso de la Historia (la de verdad).
La
forja de los estados modernos que vive Europa a partir del renacimiento es un
proceso de siglos que hunde sus raíces hasta la antigüedad. El paso de nación o
pueblo a estado o país estructurado tal y como hoy lo conocemos, no se produjo
a la misma velocidad en todas partes. La vuelta a unas estructuras de gobierno
y ordenamientos jurídicos equivalentes a los del imperio romano le costó a
Europa mil añitos de nada y unas cuantas guerras. Unos países fueron surgiendo
antes que otros y hasta los hubo que acabaron conformándose en pleno siglo XIX
(Alemania e Italia, qué les parece). Sin embargo España fue muy precoz en esto.
La correspondiente Unión de Reynos,
más o menos azarosa o planificada, acabó por reinventar la estructura hispánica
que conocemos hoy, con un gobierno fuerte y un sistema administrativo eficiente.
No debe olvidarse, que en un principio estos estados nacían como cortijos del
rey de turno, monarquías más o menos absolutistas que eran las propietarias
del país como lo somos nosotros de nuestras casas. Lo de la soberanía popular y
la democracia vino (o retornó desde la antigüedad) un poco más tarde. Pero esto
no es el objeto de este artículo. La cosa es que España no fue una excepción y, en un entorno en que el resto de Europa dormitaba casi en el medievo y con el
pelotazo de descubrir América, no es de extrañar que este país acabara por
controlar medio mundo mientras se acuchillaba con el otro medio.
Estos
nuevos estados pasaban a dotarse de su correspondiente simbología
identificadora, primero con carácter militar o bélico y poco a poco en el orden
institucional. Las raíces guerreras de toda bandera no deberían sorprendernos a
los pacíficos ciudadanos del siglo XXI: toda bandera es heredera de los vexillum y otros signa romanos, utilizados para garantizar la cohesión de las
unidades militares en el campo de batalla. La primera bandera que utiliza
España es la cruz o aspa de Borgoña sobre fondo blanco (amarillo durante una temporada
a capricho de Felipe II). Este trapo fue el que más o menos identificaba a
España y sus posesiones durante los siglos XVI y XVII.
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Antonio Valdés y Fernández Bazán
1744-1816 |
A
principios del siglo XVIII, con el advenimiento de la casa de Borbón al trono
de España a resultas de la consabida guerrita, los nuevos amos del cortijo
cambiaron esta bandera por la de su familia, que era (y siguió siendo) totalmente
blanca. Una vez más se manifiesta que aquello del pueblo, sus gentes, su
identidad y su unidad estructural eran todavía cuentos chinos. Todavía estaban
por llegar las revoluciones americana y francesa (por este orden). Lo que
importaba de momento era la familia del rey de turno. No obstante, es debido a
un Borbón la introducción de la enseña que conocemos hoy. Resulta que a Carlos
III y sus ministros se les hincharon los cojones de que los ingleses siempre
excusaran sus ataques a navíos españoles con el argumento de confundirlos con
franceses o napolitanos. Así que este hombre comenzó a romper tradiciones y
convocó un “concurso” para cambiar la bandera de sus barcos, fueran de guerra o
mercantes. El encargado de recoger todas las ideas posibles fue Don Antonio
Valdés y Fernández Bazán (1744-1816), uno de esos personajes que han pasado a
la Historia dejando la clase de huella que eclipsa su propio nombre hasta
hacerlo olvidar. Casi nadie recuerda su nombre ni tampoco la mayor parte de su
labor callada al servicio de la marina de España, su organización,
modernización e implicación en expediciones científicas que cartografiaron
costas de América del Norte, Alaska y Oceanía. Este hombre, como resultado de
sus entrevistas, encargos y trabajos presentó al monarca la siguiente relación
de modelos, cada uno de los cuales bien podría haber sido la bandera de España
en la actualidad.

Es cierto que todas las propuestas cumplían con el objetivo de hacer fácilmente identificable en el mar a un barco. Pero habría mil y una combinaciones diferentes que lograrían esto. Sin embargo, hasta
un niño se daría cuenta de que la mayoría de los diseños estaban inspirados en
la enseña de Aragón, constituida desde la edad media por las bandas rojas y
gualdas que hoy apreciamos en las banderas autonómicas de Cataluña, Valencia,
Baleares y obviamente Aragón. El regio dedo de Carlos III resolvió el “concurso”
eligiendo las que observamos en primer y tercer lugar, según fueran barcos de
guerra o mercantes, si bien el monarca se empeñó en que el escudo real se viera
más grande en la primera, por lo que mandó que la banda central fuera de doble
ancho con respecto a las otras dos. En este aspecto simbólico también España fue pionera, pues esta bandera nace antes que las de potencias de su entorno como Inglaterra (1801) y Francia (1794). Aunque pueden encontrarlo sobradamente por
muchas partes, no me resisto aquí a reproducir el texto del Real Decreto de 1785.

"Para evitar los inconvenientes y
perjuicios que ha hecho ver la experiencia puede ocasionar la bandera nacional
de que usa Mi Armada Naval y demás Embarcaciones Españolas, equivocándose a
largas distancias ó con vientos calmosos con la de otras Naciones, he resuelto
que en adelante usen mis Buques de guerra de Bandera dividida a lo largo en
tres listas, de las cuales la alta y la baja sean encarnadas y del ancho cada
una de la cuarta parte del total, y la de enmedio, amarilla, colocándose en
ésta el Escudo de mis Reales Armas, reducido a los dos quarteles de Castilla y
León, con la Corona Real
encima; y el Gallardete en las mismas tres listas y el Escudo a lo largo, sobre
Quadrado amarillo en la parte superior. Y que las demás Embarcaciones usen, sin
Escudo, los mismo colores, debiendo ser la lista de enmedio amarilla y del
ancho de la tercera parte de la bandera, y cada una de las partes dividida en
dos partes iguales encarnada y amarilla alternativamente, todo con arreglo al
adjunto diseño. No podrá usarse de otros Pavellones en los Mares del Norte por
lo respectivo a Europa hasta el paralelo de Tenerife en el Oceáno, y en el
Mediterráneo desde el primero de año de mil setecientos ochenta y seis; en la América Septentrional
desde principio de julio siguiente; y en los demás Mares desde primero del año
mil setecientos ochenta y siete. Tendréislo entendido para su cumplimiento.
Señalado de mano de S.M. en Aranjuez, a veinte y ocho de Mayo de mil
setecientos ochenta y cinco
No
dejen de observar cómo antes que los Estados Unidos, España también patrullaba
el planeta. Obsérvese también que el escudo real no incluye las mencionadas barras
del reino Aragón, solo los símbolos de Castilla y Leon, en mi opinión en un
disimulado intento de compensar el excesivo peso colorista de la senyera catalano-aragonesa en el nuevo
diseño. Este parecido evidente, fue objeto de “enmienda” por parte de los diseñadores
de 1931, como veremos más adelante.
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D. Joaquín María López de Oliver 1798-1855 |
El símbolo no fue “ascendido” a bandera nacional hasta 1843, en el que un gobierno ya constitucional, el presidido por D. Joaquín María López de Oliver aprueba la supresión de la variante mercante y la extensión del primer modelo a todas las unidades militares, así como su designación como bandera nacional. El Real Decreto, firmado por una Isabel II de 13 años, puede contarse como la confirmación del símbolo español por excelencia que se mantiene hoy día. Curiosamente el Presidente del Gobierno en aquel tiempo y artífice de la extensión nacional de la bandera, el mencionado Joaquín María López, era alicantino (de Villena), al cual suponemos muy del gusto del colorido rojigualda, idéntico al de su tierra. Era un liberal convencido que tuvo que exiliarse a Francia huyendo de los absolutistas monárquicos. A pesar de ser criticado por su pragmatismo, tuvo el mérito de conducir una transición política desde el final de los absolutismos fernandinos hacia escenarios más progresistas al estilo europeo.
Este
símbolo común, que vivió su arriado en Cuba, Filipinas y otros enclaves menores
del exhausto imperio español, no cambia ya hasta la publicación en La Gaceta de
Madrid (predecesora de nuestro BOE) del Decreto de 27 de abril de 1931 en que
el Gobierno establece la que será bandera oficial y constitucional de España
hasta el 1 de abril de 1939. Es la conocida bandera tricolor, en la que se
introduce el color morado para su franja inferior. Merece la pena la lectura
sosegada de este Decreto en el que se introducen los históricos cambios.
Reproduciré aquí los fragmentos que me parecen más interesantes para ilustrar
los tres valores fundamentales que muchos hoy ignoran que adornen a esta
bandera de nuestros padres, la bandera de España del periodo 1931-1939.
En
primer lugar, el Decreto rebosa patriotismo y referencias a la grandeza y
unidad de España:
...La han saludado las fuerzas de mar y
tierra…
...ha recibido de ellas los honores pertenecientes al jirón de la Patria...
…la bandera, que significa paz,
colaboración de los ciudadanos bajo el imperio de justas leyes. Significa más
aún: el hecho, nuevo en la Historia de España, de que la acción del Estado no
tenga otro móvil que el interés del país,...
En
segundo lugar, respeto hacia la bandera anterior:
…Hoy se pliega la bandera adoptada como
nacional a mediados del siglo XIX. De ella se conservan los dos colores…
…Las Autoridades regionales dispondrán
que sucesivamente sean depositadas en los Museos respectivos las banderas y
estandartes que hasta ahora ostentaban los Cuerpos armados del Ejército y los
Institutos de la Guardia Civil…
…El transporte y entrega de dichos
emblemas se hará con la corrección, seriedad y respeto que merecen…
.svg/800px-Flag_of_Spain_(1931_-_1939).svg.png) |
Bandera de España 1931-1939 |
Y
en tercer lugar, la explicación del cambio, un nada disimulado guiño a la
centralización de un Estado fuerte, una, como decíamos antes,
"enmienda" que viene por otra parte a confirmar el anterior
desequilibrio cromático de las dos grandes masas que conformaban España,
Castilla y Aragón. Por tanto, se conservaban los colores rojo y gualda...
…y se le añade un tercero, que la
tradición admite por insignia de una región ilustre, nervio de la nacionalidad,
con lo que el emblema de la República, así formado, resume más acertadamente la
armonía de una gran España.
Es
decir, el color de Castilla, el morado que pasó así a constituir la franja
inferior de la enseña, que al mismo tiempo igualaba sus anchos. La moderna controversia sobre si el color original de Castilla era el morado o el rojo carmesí no viene a cuento en tanto que por aquella época era generalmente admitido como histórico el morado. La alusión a
Castilla como nervio de la nacionalidad es una mención que hoy en día
sería considerada políticamente incorrecta y desde luego del todo inaceptable
para los regionalismos catalán o vasco (quizá con razón). En todo caso, lo importante es reseñar el fundamento sobre la tradición del nuevo color, y recordar que no fue ni caprichoso ni estaba tintado de afinidad política alguna, a no ser la de la libertad y la soberanía popular que hoy tan de cajón nos parecen.
Esta
bandera permaneció como oficial del Estado Español como decíamos hasta el 1 de
abril de 1939, fecha en que dicho Estado es sustituido por la fuerza
por un nuevo régimen, como el anterior sin monarca, que recuperaría la bandera anterior. Original en casi
nada, este nuevo régimen se limitó a modificar el anterior escudo
constitucional copiando al de los Reyes Católicos por la cara.
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Escudo de Ysabel y Fernando |
En
el escudo de los Reyes Católicos de 1492, el águila representa al evangelista San Juan
y ya lo utilizaba la casa de Hohenstaufen de la cual lo hereda Fernando de
Aragón. El uso del águila permanece en Europa desde tiempos del Imperio Romano y se ha mantenido vigente hasta nuestros días en distintos formatos. La corona real se apoya sobre los blasones de los reinos de España que
aparecen cuartelados y dan cabida a Granada. No me resisto a hablar de los
símbolos personales de los reyes. Isabel adoptó las flechas, aludiendo con su
inicial a su esposo Fernando, mientras éste adoptaba el símbolo del yugo y nudo
gordianos cuya inicial aludía a su amada Ysabel. El posterior manoseo y
descarada manipulación de un símbolo que nació hablando de amor y unión no debería merecer del español ilustrado más que una irónica sonrisa. Las columnas de Hércules se añadieron en tiempos de Carlos I.
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Escudo de España
1939-1981 |
Por
desgracia, algunos otorgan hoy una inmerecida originalidad a este nuevo escudo
y, dada las connotaciones negativas que muchos atribuyen a aquel periodo
histórico, extienden su opinión a escudo y bandera, concediendo
inconscientemente al usurpador/copiador un mérito y una importancia que no
merece. Aquí reproducimos el escudo oficial de España que durante el periodo 1939-1981 mantuvo ligeras variaciones de diseño y formato. A pesar de lo obvio del plagio, como digo, el personal pronto olvidó a los reyes católicos, o peor aún, casi los imaginó camaradas de los militares rebeldes. Cosas de la manipulación mediática que los gobiernos europeos de aquel tinte supieron manejar magistralmente. El escudo conserva las dos columnas de hércules que ya figuraban, como dijimos más arriba, desde Carlos I. Este escudo es ilegal en España desde el 5 de octubre de 1981.
La bandera constitucional (1978) de hoy día conserva la estructura roja y amarilla que ondeó en Trafalgar (1805). Su escudo, aprobado en 1981, elimina al negro volátil definitivamente. En mi opinión esta bandera de hoy quizá no sea la mejor del mundo. Quizá nuestros antepasados podrían haberlo hecho mejor y esforzarse un poco más. Pero lo que considero cierto es que, opinemos como opinemos, lo mejor que podemos hacer es conocer el origen de los símbolos. Y tomar nota de dos asuntos fundamentales. En primer lugar que lo importante es el valor del símbolo, si es que le damos alguno. Nosotros le otorgamos ese valor, sea bueno o malo, sea grande o nulo, y de nosotros depende todo lo que el símbolo viene a representar. En segundo lugar, no olvidemos la lección del Decreto de 1931 que plegó con todo el respeto la bandera que vino a sustituir, haciendo alarde de la grandeza que supone siempre mirar hacia adelante, sin escupir en el camino que vamos dejando atrás.
MITOS DEL FUTBOL
Un caso curioso que podemos mencionar aquí en relación con lo anterior son los símbolos de los equipos de futbol. Desde el principio, los clubs de fútbol se dotaron de su simbología propia, plasmada fundamentalmente en un escudo. Podríamos analizar todos y cada uno de los escudos y explicar sus particularidades y no acabaríamos nunca. Por eso, solo me limitaré a ensayar con los dos clubes más importantes de la liga española (después del Real Betis), el Real Madrid y el F.C. Barcelona. En los escudos de estos dos equipos podemos observar los factores históricos que los originaron y cómo en un caso existe la concordancia histórica correspondiente y en otro lo azaroso de la elección del símbolo provoca todavía hoy no pocas incomodidades a dirigentes y aficionados.

El
escudo y uniforme del Real Madrid, con su sencillez y economía de colores,
reflejan el carácter que manifiesta su nombre, nos guste o no. Blanco por la casa de Borbón de
la que se precian estar favorecidos y morado por Castilla. En 2001 el Madrid
cambió poco a poco este morado por un azul marino por cuestiones de marketing. La corona real aparece de sombrero aludiendo a su propio nombre. En cuanto al Barcelona la cosa se enreda más y aquí viene la curiosidad simbólica. Su
configuración procede de un diseño que incluye la Cruz de San Jorge (Creu de Sant Jordi) representativa de Barcelona (como
Inglaterra) y las barras catalano-aragonesas. Sin embargo, su principal curiosidad procede
de la parte inferior, colores introducidos por el diseñador en honor a Hans
Gamper (no Joan Gamper, recuerden, Hans), un ilustre atleta suizo (de los pocos). Por cierto que entre los doce fundadores de tan catalán equipo había seis españoles, tres ingleses, dos suizos y un alemán. En honor a este presidente fundador del glorioso club catalán, se dotó al escudo de los mismos colores del
Basilea, equipo suizo que todavía los conserva, como vemos en la siguiente ilustración.

A los dirigentes actuales del F.C. Barcelona no parece afectarles dicha asincronía simbólica, aunque de buena gana quisieran lucir la segunda equipación en casa (por cierto me gusta mucho la segunda equipación del Barça). De todas formas, no perderemos de vista a tan querido equipo: ya ha dicho claramente su presidente Sandro Rosell, "no me imagino jugar en otra liga que no sea la española". O en su defecto en la suiza, nunca se sabe.
EL ESPAÑOL ES MENTIRA
¿Qué
me dirían si les dijera esto? ¿Resulta que nuestro idioma oficial, al que
llamamos español no existe? No tanto. Pero casi. Al menos no
constitucionalmente.
Encierra
toda la lógica que de fronteras hacia fuera, la costumbre, la lógica, la tradición y sobre
todo los extranjeros hayan denominado como español (spanish) al
idioma hablado por los españoles en el exterior. No obstante existir en el seno
de España varias lenguas, el castellano, como idioma común, utilizado por los
españoles en el exterior desde el siglo XV y como lengua colonizadora de un
total de 400 millones de hispanohablantes actuales, se labró su propio lugar en
el mundo. De tal modo los lingüistas actuales mantienen la unanimidad de
considerar español y castellano como palabras sinónimas.
Siendo
lo anterior una verdad como un templo, no deberíamos perder de vista la
redacción actual del artículo tercero de nuestra constitución que consagra el
idioma oficial de España:
Artículo 3.
1. El castellano
es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber
de conocerla y el derecho a usarla.
2. Las demás
lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades
Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.
3. La riqueza
de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural
que será objeto de especial respeto y protección.
Me gusta este artículo de la constitución. Y me gusta porque responde a un mecanismo psicológico natural que cualquiera comprendería: si le niegas a otro una cualidad, el otro rechazará todo deseo de poseer tal cualidad. Dicho en otras palabras: si quieres mantener España unida, no le digas a algunos españoles que no son españoles o que son menos españoles que tú.
Y parece lógico abrazar la causa de nuestro artículo tercero que habla de lenguas españolas al mismo tiempo que consagra la oficialidad del castellano como lengua común. Y todo eso con la elegancia de no llamarlo español, entre otras cosas porque al español no hace falta que lo defienda nadie, se defiende solito.
Como
siempre, tampoco está de más recordar que nuestro artículo tercero se parece
mucho a nuestro anterior artículo cuarto, es decir, al Art. 4 de la
Constitución de 1931. Siendo debatido en las Cortes Constituyentes el
mencionado artículo del nuevo orden, cuenta la Historia, que el
diputado conservador Abilio Calderón propuso sustituir castellano por español, a lo que, levantándose de su escaño en el Congreso, el diputado nacionalista catalán Gabriel Alomar respondió que "si la lengua española es el
castellano, entonces mi lengua catalana, el vasco y el gallego, no son lenguas
españolas".
Tal
obviedad quedó cabalmente plasmada en dicho artículo cuarto que, como verán, se
parece increíblemente al actual.
Artículo 4.
El castellano es el idioma oficial de la República. Todo español tiene
obligación de saberlo y derecho de usarlo, sin perjuicio de los derechos que
las leyes del Estado reconozcan a las lenguas de las provincias o regiones.
Salvo lo que se disponga en leyes especiales, a nadie se le podrá exigir el
conocimiento ni el uso de ninguna lengua regional.
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Gabriel Alomar Villalonga Político, diplomático y ensayista español |
Las
leyes especiales a que hace referencia el artículo eran los Estatutos de
Autonomía correspondientes. Y por cierto, dicho señor Alomar, mallorquín por más señas, una vez promulgada la constitución, pasó a desempeñar el cargo de embajador de España en Italia.
La lección histórica que saco de este caso es
que cuesta muy poco tener la delicadeza de utilizar la denominación de castellano cuando
nos refiramos a él de puertas para adentro, es decir, cuando lo pongamos en relación con otras lenguas tan españolas como él. Se aplicaría por tanto la regla
justamente exigida por Gabriel Alomar, de modo que tan español es el castellano
como el catalán. Y es que para convivir en esta España nuestra, la de hoy y la
de siempre, los pequeños detalles son los que marcan la diferencia entre la paz y la crispación de muchos.
Que tengan buena semana.
El nacionalismo es el hambre de poder saciada por el engaño a uno mismo
George Orwell (1903-1950)
Escritor y periodista británico