Se puede engañar a todo el mundo algún tiempo. Se puede engañar a algunos todo el tiempo. Pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.
Jefe: Necesitamos entregar este informe el lunes a primera hora.
Juan: Va a estar dificil, es viernes, no veo cómo podremos hacerlo.
Jefe: El fin de semana es largo, querido amigo.
Juan: ¿El fin de semana? Tenía previsto pasarlo con mi familia...
Jefe: Yo tambien lo tenia previsto Juan, pero asi es el trabajo. Hoy por ejemplo, voy a perderme la fiesta de graduación de mi hija.
Juan: Sí pero... ya van tres fines de semana que paso trabajando, la verdad es que...
Jefe: Y yo igual, es lo que nos toca en los tiempos que corren. Ahora bien, puedo comprender que te hayas rendido o cansado. Si es asi...
Juan: No es que me rinda, es que... el personal de mi equipo está algo descontento y yo...
Jefe: Se que no te rendirás, eres de los valientes. Y tú sabrás convencerles de que el esfuerzo constante es necesario. Porque eres de los mejores. Ten en cuenta que si logramos este contrato, habremos cumplido los objetivos incluso para el proximo mes.
Juan: ... Está bien... cuenta con el informe el lunes.
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Vuelvo aquí sobre un tema
recurrente en este blog, la motivación del equipo y el trato a los empleados.
Como bien saben, corren ríos de
tinta sobre el asunto de la motivación a los empleados. No se escatiman
esfuerzos en comunicarles lo mucho que importan, cuánto depende de ellos el
éxito de la empresa. Se organizan programas formativos específicos, másteres
carísimos y prestigiosísimos en escuelas de negocios de atractiva heráldica y
reverendísimos patronos. Se valora a los líderes motivadores y se les retribuye
generosamente si consiguen que sus colaboradores den lo máximo de sí por la
empresa. La motivación del equipo consume miles y miles de euros en las
empresas y cientos de horas de formación de los mandos. Aprender a motivar es
la obsesión, es el mantra que guía la espina dorsal de la formación directiva
de todas las empresas."Un empresario, un directivo", dicen.
Y sin embargo, no se alcanza el
objetivo propuesto, que parece correr siempre una milla por delante. Una meta
que parece no alcanzarse nunca por mucho que corramos y que se desvanece en
cuanto tratamos de cruzarla.
Las empresas gastan mucho dinero
en motivar a sus plantillas, pero éstas no parecen aumentar el rendimiento en la
proporción esperada. Los empleados siguen sufriendo bajas laborales, el
absentismo no decrece y la rotación y el abandono siguen presentes. Ante este
panorama, el diagnóstico es el mismo: usted no motiva adecuadamente a su
plantilla, usted no cuida de su equipo, hágalo como es debido y obtendrá
mayores resultados.
Sin embargo, esta es una huida hacia
adelante que no generará más que un mayor gasto en formación, en control del
personal, en actividades que les generen mayor felicidad y compromiso.
¿Por qué?
Sin pretensiones en invadir
parcelas especializadas propiedad de los gurús del asunto, expondré aquí la
visión de quién fue primero empleado, después directivo y finalmente
empresario. En mi opinión, HEMOS OLVIDADO la naturaleza de las relaciones
laborales. Una source amnesia,
enmascarada entre los masters, seminarios, literatura empresarial, artículos
técnicos, etc. Nos hemos olvidado de que la relación laboral es un intercambio de trabajo por dinero.
Sencillamente.

Aunque nuestros operarios de hoy
lleven corbata o uniforme o trabajen en modernas oficinas ergonómicas, su relación laboral
no es muy diferente de la del jornalero preindustrial que cada mañana esperaba en
la plaza del pueblo a que aparecieran los capataces que ese día necesitaban
brazos para las tareas agrícolas. Por aquel entonces, se contrataba al
trabajador por un salario que iba en función de su rendimiento. Posteriormente,
el desarrollo industrial que necesitaba de un ciclo de producción continuo,
propició las contrataciones permanentes de los trabajadores, para que
produjeran la cantidad estipulada diariamente, con un horario definido y a
cambio de un sueldo periódico, semanal o mensual. El vertiginoso desarrollo industrial
y tecnológico del siglo XX y la necesidad de regulación de las relaciones
laborales dieron lugar posteriormente a quedarnos solo con el horario: se
contrataba al trabajador unas horas de su vida a cambio del sueldo. Esta
cantidad de horas fue objeto de regulación legal para evitar, al menos sobre el
papel, que las personas entregaran su vida entera a las empresas. La producción
y el rendimiento pasaron a un segundo plano, lo cual, poco a poco fue llevando
a empresas y trabajadores a una sutil espiral de ineficiencias mutuas que ni
empresarios ni sindicatos ni políticos saben resolver hoy día.
Así que, hagamos memoria.
El
empleado de una empresa trabaja por dinero. TODOS trabajamos por dinero. En una
encuesta a 100 personas acerca de su primera medida tras tocarles la lotería, 80
responden que sería dejar de trabajar (los otros 20 no responden esto, porque están
parados). Si desapareciera la motivación económica, nadie aparecería por la
oficina nunca más.
¿Nadie? No nadie no,
curiosamente. He observado que personas que no necesitan trabajar para vivir, continúan
trabajando en ocasiones. Aquellos a los que les ha sonreído la suerte, los que
tienen un patrimonio familiar abultado o incluso los jubilados que podrían
dedicarse a viajar y divertirse. Pero si se observa atentamente, estos casos
tienen un denominador común: ninguno de estos trabajos interfiere con sus necesidades
personales y familiares: horarios flexibles y reducidos que les permiten
desarrollar su actividad a su ritmo, sin estrés, completamente conciliados
familiarmente, solo que a cambio de una retribución menor.
Sigamos recordando.
El trabajador
necesita desarrollar su jornada en un ambiente positivo y motivador, pero ésta
no es la causa primaria de su presencia en la empresa. Hay que motivarle y
hacerle agradable cada hora de su jornada, pero su compromiso con el proyecto
no aumentará por más que mejoremos estos factores. Hoy en día, las herramientas
tradicionales de motivación han quedado tan obsoletas como el sueldo, es decir,
clasificadas en el capítulo de factores de desmotivación, aquellos cuya mejora difícilmente aumenta la motivación, pero cuyo empeoramiento hará
que ésta caiga en picado.
El empresario debe preocuparse
porque el trabajo no provoque estrés o infelicidad al trabajador. Pero de ahí a
hacerse responsable de su felicidad… va un mundo. Los trabajadores son
mayorcitos para saber dónde buscar su felicidad. La empresa está obligada
únicamente (y no es poco) a no obstruir ese camino a la felicidad.
Usted no puede pedir a los
empleados lo que no es capaz de retribuir. Se les pide a los trabajadores un
compromiso con la empresa, que compartan con ella un proyecto vital, que liguen
su vida profesional (y total) a la de la empresa. Sin embargo, el empresario no
está en condiciones de corresponder a este grado de entrega. El mantenimiento
de las condiciones laborales y el mismo puesto de trabajo están supeditados a la
marcha económica de la empresa. Deteriorada ésta, nada impedirá que se despidan
a los empleados más entregados, más antiguos, más valiosos y comprometidos. La crisis nos ha
enseñado esto, ¿verdad? Por lo tanto, los empresarios podrían ahorrarse los discursos
grandilocuentes sobre el compromiso.
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Por amor hacemos lo imposible. No hay motivación mayor. |
Sigamos recordando.
El único que
tiene un compromiso real con el proyecto es el empresario. Todo el mundo es capaz de hacer cualquier cosa por amor. Por eso es facil reconocer que los empleados no aman la empresa. Son otras cosas las que aman. El empresario es el único que
tiene amor por la empresa y un apego real con la aventura del negocio.
Cualquier rastro de amor que un empleado le tenga a la empresa emana directamente
del que el mismo empresario, si es un auténtico líder, demuestra a diario con su comportamiento y entusiasmo. Porque el amor es contagioso. Y si el
empresario sufre desapego por el proyecto, cualquier afectividad positiva de
los empleados hacia la empresa se derrumbará como un castillo de naipes. Pero
más allá de esto, el empleador no debería esperar de sus colaboradores el mismo
entusiasmo que le adorna.
De lo contrario, se corre el riesgo de estar ante una hábil jugada de pretender aumentar el compromiso, la motivación y la felicidad de las personas, tratando de convertir a cada empleado en un empresario sin voz, voto o participación en los beneficios de la empresa.
Si dices sí, cuando quieres decir no, habrás negociado con tu dignidad, aunque la gente te aplauda.
Walter Riso
Podemos comprobar esto, observando organizaciones en las que el compromiso real con los objetivos alcanza sus grados máximos. En las congregaciones religiosas de carácter asistencial, todos sus miembros están comprometidos y ligados por el amor, ayudando a los mas necesitados a cambio de nada. En organizaciones terroristas, es el odio el que mueve el compromiso y no necesitan ningun sueldo para matar y hacer daño. En uno y otro caso, el fanatismo de origen religioso o político mueve a los miembros de la organización, con efectos beneficiosos en el primer caso y dañinos en el segundo. ¿Es trasladable esto a las empresas? Obviamente no.
¿Estamos motivando realmente a los empleados?¿No estaremos manipulándolos?¿No tratarán las empresas de convencerlos de que les gusta algo que realmente no les gusta?¿No serán los empresarios flautistas de Hamelin, cautivando a otros a seguir su camino utilizando las flautas adecuadas?
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No es la oficina, nuestro lugar preferido |
Pienso que no debemos confundir términos y tener el valor de llamar a cada cosa con su nombre. La única herramienta de motivación pura es el coaching, que ayuda a cada individuo a conocerse a sí mismo y a encontrar su propio camino. Las demás herramientas de motivación de equipos proporcionan la capacidad de mejorar el estado de ánimo y la productividad de los integrantes de un grupo en beneficio de un proyecto común. Pero se corre el riesgo de confundir al mero manipulador con un verdadero motivador.
Es por esto por lo que las empresas no consiguen motivar a todos sus empleados de manera permanente. Porque utilizan las herramientas equivocadas y han equivocado el sentido de la motivación desde el principio.
Para evitar caer en esto, no estaría de más tomar en consideración los siguientes consejos.
- NO OBSTRUYA QUE SUS EMPLEADOS ALCANCEN LO QUE
REALMENTE NECESITAN
- Hágales sentir que trabajar en su
empresa no interfiere con sus obligaciones familiares. Contráteles por
objetivos, no por horarios. Establezca con ellos dichos objetivos y luego solo exíjales
que los cumplan en tiempo y calidad.
- Convénzales de que el horario estricto
no existe, permítales gestionar su jornada y adaptarla a sus necesidades.
Habilíteles para trabajar en casa si no necesitan estar en la oficina.
- Elimine el trabajo como causa de
estrés para las personas. Si los jefes se ven obligados a llamar a los
empleados en sus vacaciones, es que algo falla. Que nadie se sienta culpable si
tiene que permanecer días en casa cuidando a hijos con gripe.
- NO EXIJA A SUS TRABAJADORES NADA
QUE USTED NO PUEDA RECOMPENSAR
- Ninguna empresa puede recompensar el tiempo a pasar con la familia,
el de la educación, cría y formación de los hijos o el del cuidado y atención a
los padres ancianos
- No haga el ridículo con aquello de "un empleado, un directivo". Comience por retribuirles como directivos si desea exigirles tal nivel de compromiso.
- Reconozca que se necesita con
frecuencia tiempo para resolver gestiones personales e intransferibles que,
ineludiblemente han de realizarse en el horario de trabajo habitual. Permita a cualquiera que compense el trabajo atrasado en cualquier momento.
Paga a tus trabajadores antes de que se seque el sudor de su frente
El Corán
- NO GASTE RECURSOS DANDO A SUS
TRABAJADORES LO QUE NO NECESITAN.
- No les coma el tarro con
monsergas sobre lo guay que es la empresa, lo increíble de su origen, los
méritos de sus líderes y los reconocimientos y premios que obtiene de la sociedad. No les lave
el cerebro en convenciones, convivencias, viajecitos y reuniones. No son
tontos.
- No se moleste en aumentarles el
sueldo constantemente o premiarles con bonificaciones o pagas extras. No sienten tanta pasión por la pasta. Págueles un
salario justo en función de la calidad y cualificación de sus servicios. Una vez satisfechos en el aspecto económico,
un trabajador pasa a preocuparse de otras cosas importantes.
- No les imponga tal o cual curso de formación, fije los objetivos formativos conjuntamente con ellos. Ni tampoco consienta que empleen recursos de la empresa en aprender esperanto.
- Aunque sostienen lo contrario en
público, todavía muchos empresarios caminan por las tardes por la oficina para
tomar nota y premiar a aquellos esforzados trabajadores que prolongan
inhumanamente la jornada. Debería hacer lo contrario, tomar nota de aquellos incompetentes que por costumbre pasan demasiado tiempo en la oficina haciendo no se qué.
- Por encima de todo, pague a sus
trabajadores justamente y con puntualidad, esto es lo realmente importante, esta es su parte del contrato. Caen en la ignominia aquellas empresas que hablan de
motivación de los empleados, cuando inclumplen la norma básica y primaria de pagar un salario justo y a tiempo.
Y no olvides, si eres un empleado, desconfía de las promesas de amor eterno y de los abrazos de tu jefe. Él no siente amor por tí. Permanece atento a otras ofertas profesionales y no pienses que tu contrato actual durará para siempre.
Se puede engañar a todo el mundo algún tiempo. Se puede engañar a algunos todo el tiempo. Pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.
Abraham Lincoln
XVI Presidente de los Estados Unidos de América