La única ventaja de jugar con fuego es que aprende uno a no quemarse
Muy reacio he sido a escribir como economista acerca de los fenómenos financieros que se están manifestando en nuestra cicatrizante economía. Sin embargo, ahora que afrontamos cierto periodo de crecimiento de nuevo, tengo el atrevimiento de emitir mi juicio sobre los cambios que estoy observando en el comportamiento de las empresas y las familias en relación con la financiación y el sector bancario, ese ogro al que todos hoy miran con recelo y desconfianza. No he encontrado ninguna aportación sobre este fenómeno hasta ahora, así que quizá venga bien esta reflexión sobre el tema para enriquecer todos los puntos de vista.
Sumo a mi atrevimiento la moda del numerito. Entiéndanlo irónicamente, pero parece que eso de poner en el título que ofreces tal número de "claves" sobre cualquier cosa, conlleva mayor número de lectores. Si usted es uno de ellos, no se sienta mal, también yo hago click sobre este tipo de reclamos.
Pero vayamos al turrón.
1. La
desconfianza. Desde el principio de la pasada crisis, se estuvo hablando de la confianza.
La banca dejó de confiar en las empresas, se nos dijo. La banca nacional dejó
de confiar en la extranjera y los bancos dejaron de confiar en las cajas y en los
otros bancos.
Este discurso
caló hondo en los primeros años de la crisis, cuando se señalaba con el dedo al
sector inmobiliario como el causante del desastre. Cuando se comprobó que el
desgobierno monetario, la corrupción política y la avaricia desmedida de la banca mundial
estaban detrás de la gran depresión que hemos vivido, la teoría de la
desconfianza cayó en el olvido.

Justo hasta
ahora, en mi opinión. Porque hoy y de forma cierta, no imaginaria, es el sector
de la economía real el que desconfía de la banca. Son las familias y empresas
las que guardan las distancias con su banco de siempre y los que han aumentado
su movilidad entre una entidad y otra. Ahora todos los clientes de la banca
leen cada documento hasta por el canto y las organizaciones de defensa del
cliente bancario están más organizadas, activas y beligerantes que nunca. Jamás
antes el Servicio de Reclamaciones del Banco de España tuvo tanto trabajo y los
clientes pelean cada décima de punto en interés o en comisiones.Todo esto no dibuja un panorama muy halagüeño para la banca en el futuro.
Y producto de esta desconfianza es el fenómeno del aumento de la liquidez: las empresas y particulares
mantienen ahorros a la vista, antes que ordenar invertirlos en productos financieros
en los que no confían.

2.
Aumento de la liquidez. Este progresivo
aumento de la liquidez en familias y empresas está elevando la tasa de ahorro ya
que consumo e inversión crecen, pero en mucha menor medida. Sin embargo, esto no
anuncia, como algunos economistas han señalado, el comienzo de una nueva
burbuja económica, antes al contrario.
Porque no estoy
de acuerdo con los cuentos de Greenspan, Bernanke y sus apóstoles, todo para
lavar su imagen. Tampoco con M. Wolf que vuelve obcecadamente sobre el problema
del "exceso de ahorro mundial" como causa de la depresión. Podrían venir
a contarle eso del exceso de ahorro a todas las empresas españolas que han
tenido que cerrar por problemas transitorios de liquidez o a las familias que
no han podido afrontar la hipoteca. Tampoco comparto las teorías de Michael Roberts,
tan agorero el pobre, aunque sí creo muy aprovechable su opinión cuando clama
“lo
del exceso de ahorro es una falacia”. Según él, no hubo un "exceso de
ahorro", sino un "colapso de la inversión": la disminución de
rentabilidad provocó que la inversión disminuyera y solo la especulación
financiera mantuvo el consumo, que se orientó en gran parte
a la especulación inmobiliaria improductiva.
Su razonamiento
es lógico al principio, pero patina cuando explica que la inversión disminuyó
en los años previos a la crisis. En mi opinión, no se trató de un “colapso de
la inversión” sino una espiral de toma de decisiones de inversión cada vez más
ineficiente por parte de la banca y las empresas, con rentabilidades marginales en picado y con creciente asunción de unos
riesgos que acabaron materializándose y provocando el colapso del sistema, por
supuesto con la colaboración de un Estado incapaz y una autoridad monetaria
inútil.
A mi modo de
ver, los aumentos actuales de ahorro tienen otro origen y hoy la liquidez está
teniendo otra aplicación por parte de familias y empresas.
3.
Contracción
del sector financiero. Es lo que eufemísticamente llaman reestructuración de la
banca, pero que entendemos mejor cuando explicamos lo que significa: cerrar la mayoría
de sus oficinas, despedir a la mitad de su plantilla y poner a funcionar el
látigo en la espalda de la otra media. Básicamente. Por supuesto, que todo va
acompañado de una
mayor regulación que,
supuestamente, evitará los excesos del pasado.
Las empresas y
las familias no tendrán otra que adaptarse a este nuevo marco de relaciones con
sus bancos: cambios de interlocutor frecuentes, gestión autónoma de las
finanzas vía banca electrónica y clima tóxico creciente en las oficinas. La progresiva
sindicalización de las plantillas de la banca, que algunos profetizan, es en mi
opinión ciencia ficción, habida cuenta de la capacidad económica del sector
para desactivar a tiempo la conflictividad social interna.

4.
Reinversión de
beneficios en las empresas. He aquí por tanto el fenómeno creciente en el nuevo tejido
empresarial español que está surgiendo de las cenizas de la crisis. La nueva
pyme no puede acceder a la financiación tradicional ni confía en los bancos. Tampoco
encuentra financiación en las entelequias de los llamados segundos mercados o
mercados alternativos, mucha teoría y poca efectividad. Así que, especialmente aquellas
empresas que no dependen de cotizaciones bursátiles, es decir, la mayoría,
están destinando sus beneficios a aumentar su
capacidad financiera, via reservas.
5.
Autofinanciación.
Tanto por la mencionada reinversión de reservas como por la aportación de
dinero fresco procedente de los socios, la autofinanciación es por tanto la
clave central, la piedra angular del nuevo modelo de crecimiento empresarial.
La autofinanciación será igualmente aplicable a las familias, que recelan ya de comprar a base de crédito. Un modelo más lento sin duda, pero que otorga al empresario y particular la autonomía y seguridad que
necesita en estos tiempos. Será un modelo que dejará pasar las
oportunidades de negocio que no puedan afrontarse con las propias fuerzas. Pero
en la medida en que responda a una aversión al riesgo mayor que antes de la
crisis, resultará en un crecimiento más sólido.
Esta reducción
del apalancamiento de los balances y del ciclo Inversión-Financiación, será más
acentuada o no, dependiendo del sector económico y del tamaño de la empresa. En
mi opinión, conforme pase el tiempo, esta tendencia llevará a situar el escaso endeudamiento
bancario en posiciones cada vez más largas y vinculadas a activos productivos
concretos (financiación específica).
6.
Reformulación del
papel del Director Financiero. Atrás quedó el papel del Director Financiero
como
hunter de los fondos que apoyaban a la expansión constante. El CFO como
fogonero de una locomotora que aceleraba constantemente, engullendo proyectos de inversión, es cosa del pasado.
Las empresas tendrán que utilizar de otro modo las capacidades de estos directivos, fomentando su
papel asesor de los CEO y de los consejos, aumentando su colaboración con el
departamento jurídico en la llevanza conjunta de asuntos y acentuando su papel clave
en la imagen corporativa, que cada vez está más afectada por la transparencia contable
y financiera.
7.
Lento pero
seguro. Como hemos visto, esta máxima se ha instalado en los cimientos del
nuevo modelo de crecimiento de la economía española, que tenderá a tasas
bajas pero estables. Lo que el FMI (o
la
alegría de la huerta como también es conocido) llama crecimiento raquítico,
yo lo releo como crecimiento vegetativo, un tipo de crecimiento que se basa en
parámetros de baja toma de riesgos reales, un mercado de capitales prudente,
junto con un Estado aún débil y que todavía paga facturas atrasadas. Tendremos que
esperar curvas de crecimiento mucho más planas en el futuro. En el contexto
europeo, la economía española debería aprovechar este escenario para promover
los cambios en su modelo productivo que le permitan aprovechar al máximo esta
nueva pendiente ascendente, siempre y cuando el Estado pueda actuar con algo
más de margen de maniobra conforme se corrijan los desequilibrios heredados. Desde luego el mayor perjudicado de este patrón de crecimiento va a ser el empleo (como ya se está atisbando en las ridículas cifras de su ritmo de crecimiento), variable en la que los próximos gobiernos van a tener que librar la batalla económica más importante.
Quizá los psicólogos llamen a este fenómeno estrés postraumático de las finanzas españolas. Y sería un buen diagnóstico. Es lo que tiene haber vivido la gran crisis del siglo XXI de la que podremos hablar a nuestros nietos.
La única ventaja de jugar con fuego es que aprende uno a no quemarse
Oscar Wilde (1854-1900)
Escritor británico