… the hand of Time
rested on the half-hour mark, and along all that old front line of the English
there came a whistling and a crying. The men of the first wave climbed up the
parapets, in tumult, darkness, and the presence of death, and having done with
all pleasant things, advanced across the No Man's Land to begin the Battle of
the Somme.
En la mañana del 1 de julio de
1916, justo cuando las manillas de los relojes de cadena marcaban las 0720
horas, unas explosiones subterráneas hacían volar por los aires varias posiciones
alemanas. Justo a las 0728 volvía el silencio. Durante dos minutos solo el
murmurar de las oraciones se oía en el tramo de trinchera asignado al regimiento.
A las 0730 el coro de los silbatos de los oficiales comenzó su letanía de la
muerte, comunicando la orden de asalto a las posiciones alemanas. Allá iba lo mejor del 11º Batallón del Regimiento de Fusileros de Lancashire. Allá treparon
por el parapeto de tierra, los que llevaban semanas preparándose para la Batalla del Somme. Allá todos los que
hasta el momento se habían librado de la disentería, de las pudriciones en los
pies por la constante humedad o de la
fiebre de las trincheras transmitida por los piojos. Allá iban porque se lo
habían ordenado políticos incompetentes y sin escrúpulos con la vida humana. Generales
que miraban mapas anticuados, que recibían telégrafos con información inexacta,
que ignoraban las fuerzas del enemigo y
que pensaban que la guerra se libraba como en tiempos de sus abuelos. Ni unos
ni otros habían previsto los cambios que
la tecnología había introducido en la guerra, no habían tomado medidas para
adaptar las tácticas a las nuevas armas presentes en los campos de batalla.

En poco más de 5 minutos, los
alemanes habían acabado con las vidas de casi todos aquellos muchachos nacidos
en las verdes praderas de Inglaterra. Allá dejaron su vida porque se lo habían
ordenado los que mandaban. Aquellos muchachos no pudieron elegir otra cosa.
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Podría decirles que escribo este artículo en memoria del
centenario de la I Guerra Mundial, tan cruel como absurda e inútil. Pero
realmente no es así. Todo surgió en Twitter. Tuve acceso a un twitt, publicado
por una ¿prestigiosa? firma de Recursos Humanos de cuyo nombre no quiero
acordarme. El twitt decía (copio-pego), Cómo
conseguir que no te echen, según uno de los jefes que más gente ha despedido
#empleo #RRHH.
Aunque soy un curioso patológico,
creo que un titular así debería llamar la atención de cualquiera. “Cómo conseguir que no te echen”. No
tengo claro que nadie tenga en su mano que no le echen de una empresa llegado el momento. Por
eso hice click en el link abreviado adjunto y acabé en la página de un diario
digital de cuyo nombre (amnesia selectiva) tampoco quiero acordarme. En el
mismo se glosaban las teorías de Jack
Welch contenidas en su último libro y en artículos publicados por el Wall Street Journal.

He aquí algunas frases contenidas
en el libro y artículos de Welch:
“Si te agota trabajar 70 horas a la semana es que eres un inútil y no
sirves”
“La gente a la que le agota trabajar 70 horas a la semana no es lo
suficientemente competente como para realizar las tareas que le han sido
asignadas, por lo que se contrató a la persona equivocada”.
“Aquellos que comiencen a centrarse más en la familia y en sus
aficiones que en el trabajo serán reemplazados”
Tan pancho.
Pero si piensan que Welch es un paria
de la vida profesional, aborrecido por la comunidad de directivos sensatos, se
equivocan. Es considerado uno de los hombres de éxito, un motivador y un líder que entusiasma. El LinkedIn cuenta con 4 millones de seguidores y es un influencer de 3ª, algo que ni usted ni
yo seremos nunca. Hoy en día, este Welch es un tipo que cobra 8 millones de
dólares al año de pensión y se dedica a jugar al golf. A jugar al golf y a dar
conferencias en las que expone estas teorías para quien le quiera escuchar, a
cambio de una magra compensación.
Confieso que no había leído
previamente la obra de Welch. Era para mi solo conocido como el principal directivo
de una de las mayores empresas del mundo. Ahora no tengo interés en conocer
nada más. Pero mi preocupación descansa sobre el peso e influencia que
personajes como éste están teniendo en nuestra filosofía del management moderno y en las tendencias de
gestión de los recursos humanos en las empresas. Da cumplimiento a uno de las
amenazas que han revoloteado sobre el mundo desarrollado desde el comienzo de
la crisis: el peligro de la neoesclavitud, el nacimiento de la figura del
trabajador pobre, la vuelta atrás en las teorías sobre identidad entre
felicidad y productividad en los empleados de la compañía.
70 horas semanales. 14 horas diarias de lunes a viernes,
desde las 8 de la mañana hasta las 11 de la noche, contando una pausa (por
Dios) de una hora para comer. O 10 horas diarias de lunes a domingo, en una
semana laboral sin fin de 7 días. Nadie debería poder obligar trabajar a otro
ser humano 70 horas semanales por ningún sueldo. Ni a los animales se les hacía
trabajar tanto en la época preindustrial. Supongo que los seguidores de Welch son de los que luego se preguntan abrumados que de dónde salen tantos comunistas revoltosos.
Todo tu tiempo para la empresa. Toda tu vida para tu empresa. Como
los jóvenes soldados británicos del Somme, los empleados de hoy corren el
riesgo de entregar toda su vida por la incompetencia, la ambición y la falta de escrúpulos de otro.
Me hago muchas preguntas.
¿Es así como se gobierna una
empresa? ¿Son estos la clase de secretos que cimentan el éxito de las
corporaciones y las empresas?¿Es este el tipo de mensajes y personajes que
conviene retwitear, seguir, marcar como favorito, o publicar en redes
sociales?¿No hay nadie que se levante del asiento y denuncie esta obscenidad?¿Por
qué es guay conectar en LinkedIn con gente como Jack Welch?¿Por qué es bueno
callar?¿Es moral que Jack Welch, ahora disfrute de una paga de 8 millones de
dólares anuales y se dedique a jugar al golf y a escribir estos artículos?
Vuelvo a retomar aquí a mi
querido Edmund Burke y su célebre frase de que “para que el mal triunfe solo hace falta que los hombres buenos no
hagan nada”. Yo dejaré escrito este artículo aquí, querido Edmund.
Yo no me callo, señor Welch. No
cuente conmigo entre su abundante coro de aduladores y palmeros, tantos de
ellos españoles. Mi fórmula de la productividad es distinta. Aun creo en los
empresarios que alcanzan sus metas sin esclavos a sueldo. Creo en los
empresarios que crean tanto empleo como personas felices, creo en los que no
necesitan sorber sangre fresca para sobrevivir. Ellos se afanan en perseguir
sus objetivos manteniendo a raya su ambición y en alto sus principios.
Una reflexión final. Está
felizmente de actualidad el perseguir los delitos de apología del terrorismo,
del racismo o de la violencia de género. Alguien debería regular el delito de
apología de la esclavitud.
… the hand of Time
rested on the half-hour mark, and along all that old front line of the English
there came a whistling and a crying. The men of the first wave climbed up the
parapets, in tumult, darkness, and the presence of death, and having done with
all pleasant things, advanced across the No Man's Land to begin the Battle of the
Somme.
… la mano del Tiempo descansó en la señal
de la media hora, y sobre toda la vieja línea de frente de los ingleses, se
extendió un pitido y un llanto. Los hombres de la primera oleada treparon por
sus parapetos, en tumulto, oscuridad, presencia de muerte y, habiéndose hecho
con todas las cosas agradables, avanzaron sobre la Tierra de Nadie para empezar
la Batalla del Somme.
John Masefield.
The Old Front line