BEATRIZ.-…. Pero, por favor,
perdóneme vuestra gracia. He nacido para estar siempre risueña y no hablar en
serio.
DON PEDRO.-Vuestro silencio es
lo que más me ofende, y la alegría, lo que mejor os sienta, pues, no cabe duda,
debisteis de nacer en una hora alegre del día.
BEATRIZ.-No, por cierto, señor,
que mi madre gritaba; pero había a la vez una estrella que bailaba, y yo nací
bajo su influjo. ¡Dios os conceda alegría primos!
William Shakespeare
Mucho Ruido y Pocas
Nueces
Acto II, Escena I
Una estrella alegre bailaba aquella
fría madrugada de enero de 1943. Mientras limpiaba su fusil de precisión,
Vasili pensaba que no la había visto antes. Que quizá fuera una señal de que la
alegría volvería al mundo tras tantos años de infierno. Lo que quedaba del VI
Ejército Alemán se preparaba para rendirse al Ejército Rojo a orillas del
Volga: la Segunda Guerra Mundial cambiaba de signo definitivamente.

Risueña y despierta desde que
vino al mundo, Iluminada perdió pronto a su padre y, como hija del cuerpo, su
madre la envió a estudiar a Valdemoro, Madrid, en el Colegio Marqués de
Vallejo, para huérfanas de guardias civiles. Aquel colegio databa de 1885 y
hasta 340 huérfanas de todas partes de España aprendían cada curso los estudios
básicos de manos de las Hijas de la Caridad. Mal llevó la joven Iluminada la
disciplina, seriedad e hipocresía propias de las monjas de posguerra, quedando
sus travesuras castigadas con severos cortes de pelo, con tanta frecuencia que
la pequeña Iluminada se acostumbró a no llevar melena nunca más.
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Los hermanos Moreno |
En sus vacaciones en Sevilla
comenzó a hablarle a un chavalillo de la Alameda. Aprendiz de dependiente en un
comercio de la calle Burro, se conocieron, como tantos, en una boda, la que
ligó al tío de él con la tía de ella. La unión de Juan y Lucía marcaría el
destino de Iluminada, que desde entonces no conoció más amistad masculina que
la de este tal Paco, a la sazón primo político, flaco y fogueado del fútbol y
la vida castiza de aquellos callejones entre Alberto Lista y San Lorenzo.
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Iluminada y el flaco |
Hablar de su carácter era como
nombrar el carácter de una campanilla o unos cascabeles andaluces. Aunque poco
dada al baile y las artes plásticas, su alegría contagiosa y afición por los
chistes y chanzas, hacían de su compañía el más feliz de los ratos del día. Su
cercanía suponía recarga de energías positivas y radiación solar de buenos
sentimientos. Los psicólogos llaman a este tipo de personas, ángeles. Son
escasos. Pero si tenemos la suerte de encontrar a uno en nuestro camino,
contamos con la oportunidad de acudir a ellos a recargar optimismo y fuerzas
cuando los necesitemos.
Era difícil permanecer serio
mucho tiempo a su lado, llegando a
avergonzar a su marido con un chiste en la ocasión más inesperada. Si era verde
mejor. Sus ojos eran el reflejo de su alma y su rostro se diría creado para sonreír.
Lumi, como la conocían sus
amigos, superó sus enfermedades con temple de Maestranza y heroico buen humor.
Primero, cuando una peritonitis la llevó al quirófano de urgencias. El dolor de su vientre con cada bache que pillaba la Vespa alertó a su marido y el precoz
diagnóstico permitió una curación más que complicada. Después, en 1994,
sorprendió a todos, cuando le diagnosticaron cáncer de mama. Otra vez al
quirófano y mastectomía al canto, que los protocolos de quimios y radios aún no
habían sido asumidos por la ciencia médica tal como hoy. La psicóloga del SAS
solo la visitó una vez en su domicilio, primera y última terapia psicológica, toda
vez que al despedirse, la facultativa iba llorando de risa de tanto chiste
escuchado, de labios de una mujer que aún tenía puesto el drenaje en su
cicatriz. No hubo recuperación psicológica, porque nunca perdió su buen humor.
Curación plena y total de su cáncer, sin tratamientos posteriores.
Su bondad de hija llevó su
dedicación hasta límites que hoy no comprenderíamos, cuidando a su madre anciana,
encamada e impedida durante 8 años y medio. En su propia casa y a costa de su
tiempo y trabajos. Paciencia que también hay que atribuir a un marido que supo
entender en su compañera, aquello de cuidar a los padres de una forma tan
literal y hoy “pasada de moda”.
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Hasta siempre labios que me besaron,
hasta siempre brazos
que me acunaron.
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Como un manantial de agua clara,
que corre entre árboles e inunda la tierra en su camino, de ella bebieron docenas,
cientos de amigos, vecinos y familiares que la conocieron y la trataron.
Apasionada de los animales, tenía una amplia cultura zoológica y una
sensibilidad especial para el género gatuno. Le gustaba madrugar y comenzar
pronto, por lo que nunca perdonaba la siesta en condiciones, de aquellas que
Cela llamaba “de pijama, Padrenuestro y orinal”. La vida le devolvió la sonrisa
con un marido dedicado, unos hijos cercanos y varios nietos. Sus nueras
certifican que mejor suegra no hubo: ella siempre entendió la relación del modo
más constructivo e integrador.
Y ahora, en los ojos de sus nietos,
los “4 tesoros” de Lumi, que ella siempre adoró por encima de todo: Javier su
mayor, los mellizos Alicia y Alejandro y su pequeña Paula, seguirá brillando la
luz de Iluminada.
Porque el 28 de mayo del año 14, ella se apagó en este mundo.
Brillante hasta el final, solo se extinguió su claridad cuando su gran corazón
decidió dar su último latido, cansado de tanto luchar y dar amor durante 71
años. Como se desvanece una nota de música en el aire, como se desvanece el alba en el día, así se desvaneció ella
de la vida, en una muerte dulce y pacífica, dejando en el mundo su eco para la eternidad.
Tengo 43 años. Mi nombre es
Francisco Javier. Y soy tu hijo, Iluminada.